viernes, 22 de octubre de 2010




Tengo ganas de mandarte (inocentemente...) a freír pescado, a que te caguen las palomas en la cabeza, a que se te caiga en cámara lenta la cámara, pero incómodamente no puedo, por más que tu otredad me parezca mezquina, saca a relucir la mejor parte de mi (y lo digo  con modestia, y algo inquietada porque normalmente sucede la contrario), (siempre)que te recuerda(o), como un ser que extrañamente ingreso en mis noches de yerba y agua caliente, y algún centro quizás en algunos momentos (cfr. horacio y la maga en París) y que se me fue escurriendo de las manos, más allá de mi percepción.

Pero pensar que en uno de los vagones de este tren nos reconocimos por un nanosegundo.